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El toro Jeremías: el príncipe de los torneos arequipeños

Una cancha en Socabaya (Arequipa) está de hambre por ver a dos toros sementales rugir en sus arenales. Las piedras entrometidas piden a gritos presenciar tan insólito arranque de furias.

Y los socabayas comparten el sentimiento. Ellos fueron testigos del primer torneo de pelea de toros y sus campos albergaron al primer grupo de bueyes que llegaron a Arequipa por orden de Francisco Pizarro en 1556. 

Sus habitantes no imaginan un año más sin festejar el aniversario N° 227 de Fundación Histórica de Socabaya. Extrañan compartir sus tradiciones, con la región y el mundo, tras dos años de encierro.

Este año (2022) las cosas serían diferentes. El alcalde permitió que se programaran las actividades festivas. 

Entonces, el sonido del ruiseñor dio inicio a que se levantara el alba. Con ella, los pobladores del  “Campo de los Sepulcros” prepararon sus mejores prendas y separaron sus días para participar de los festejos. 

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Chacras en el distrito de Socabaya

La última pelea de Jeremías 

Llegó el día.  Dos astados que desbordan bravura salen al campo, luego de dos años de reprimir sus incesantes ganas de demostrar su fuerza. 

Tenemos a un participante y a un protagonista. Quienes -antes de salir al campo- son molestados por sus cuidadores para que saquen a la bestia interior. 

– ¡Tic-tac, tic-tac!. Los segundos avanzan.

Las riendas que atan a los animales son cortadas. Los críos liberan el fuego interior que estuvo apagado por dos años. Los insaciables contactan las miradas y los impulsos les ordenan una sola acción: atacar.

Y sin ninguna duda, las dos reses obedecen a su voz interior, quién continuará guiándolos hasta el final del enfrentamiento.

Entonces, las trastocadas y los empujones son presenciados por todos los asistentes que no despejan la mirada de los movimientos que ejecutan los aún jóvenes intranquilos luchadores. 

Mientras tanto, los hombres del toro -es decir, sus acompañantes- no dejan solos a sus retoños. Minuto a minuto y segundo a segundo los animan a no agachar la cabeza. 

Los eufóricos acompañantes gritan y gritan:

– ¡Vamos Jeremías!

– ¡Vamos Pantaleón!

Ignoran que las reses no puedan entender el idioma arequipeño, pero pretenden que sí y no bajan la guardia. 

Estamos en el primer minuto y cuarenta segundos, claramente los jueces ya tienen un veredicto. Pantaleón ha mostrado mayor dominio ante el joven Jeremías. 

Pantaleón es un semental de piel marrón, terco e impaciente; pero sobre todo: es un buen peleador. Tiene una clara ventaja, su peso: 175 kilogramos.

Transcurre el minuto y cincuenta segundos. Nada está dicho hasta que suene la última campanada en aquel arenoso ring de boxeo.

Pantaleón, entre sus confiadas patas, no se imaginó que un recio chaval le voltearía el partido -que iba ganando- en los últimos segundos con una “estocada final”

Una ligera inclinación de la cabeza anunció el gancho derecho de Jeremías. El desvío de los cuernos del maltón terminó por hacer retroceder a Pantaleón. 

Un ego caído, tras una maniobra inesperada terminó por definir el round , donde el príncipe y heredero del antiguo rey Guedas -Jeremías- se abalanzó a una nueva victoria. Y es que este joven toro no te terminará sorprender.

¡Sí, es cierto! En sus peleas anteriores -con El Humilde y  el Caruya-  terminó rematando a sus contrincantes en los últimos segundos de la pelea.

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El Príncipe Jeremías: Un toro arequipeño. 

Jeremías es la traducción al español de Gediminas (nombre de un rey lituano). Este toro conserva la personalidad de su padre, un intrépido peleador que conmovió al patriarca de la familia Medina en su última pelea, convirtiéndolo en un niño orgulloso de su preciada criatura a quién vio nacer y crecer. 

– ¿Quién guarda tanta majestuosidad que a simple vista hace temblar de miedo a un fugitivo e intrépido varón que visita los establos de la familia Medina? ¿Es acaso Jeremías?

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Toro Señor Misti

No, en este caso no es Jeremías. Es el Señor Misti, un astado que pesa alrededor de una tonelada. Tiene unos cachos prominentes de 20 centímetros de alto y 80 centímetros de separación. Su piel tiene los colores blanco y negro. Se caracteriza por su reburdeo -un ronquido bajo y grave que presagia las ganas de lucha y sangre-.

Al frente, está nuestro protagonista. Pesa 445 kilogramos y pertenece a la categoría de medianos a diferencia del señor Misti que pertenece a las grandes ligas.   

Es ya un joven de 7 años, primogénito de Gedas; el rey. Lo que lo convierte en un príncipe. El heredero es dócil y tranquilo con la familia, amigos y conocidos. Paciente y manso como un toro criollo, pero no como uno cualquiera de esa raza. Tiene sangre arequipeña.

Rebelde con espíritu disruptivo y genuinamente confrontador a la hora de pelear. En la arena es otro. Como príncipe, debe defender su posición de soberano. Este muchacho -para cualquier toro- es un digno oponente que tiene un legado por respaldar.

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Toro Jeremías junto a Paolo Medina

Gedas: El Rey. 

Gedas es el diminutivo de Gediminas: Un reconocido rey medieval de Lituania.  

Gediminas fue un estratega que sabía cuándo atacar y cuándo no. Podía encontrar las debilidades de sus contrincantes y ganar las batallas con maniobras que solo él conocía.

Él llevó a su ejército lituano a grandes victorias. Algunos lo tacharon de farsante y otros de rey.  Pero lo cierto es que -ya sea con sus mentiras o verdades- intentó proteger  a los ortodoxos y al clero católico. Tenía un solo objetivo y este era establecer una dinastía que hiciera de Lituania un país seguro y poderoso.

Por otro lado, -en Arequipa- Gedas fue un toro chico. De una raza que solo nace a pies del Misti, dispuesto a servir a los suyos y no bajar la cabeza ante un enemigo que lo busca derrotar y quitarle el título de monarca. 

El Gedas arequipeño fue un salvaje en el campo de batalla. Logró participar en una de las principales competencias mistianas denominada ‘Campeón de Arequipa’. Campeonato en el que ganó y se coronó como el «campeón» en el 2015. 

Sin embargo, la muerte es la ley de la vida. Gedas murió a los trece años de edad en el 2018. Fue en una madrugada -hace más de cuatro años- cayó del corral en el que vivía. De aquella caída, no pudo levantarse más y dejó de comer y beber.

Era viejo, pero se conservaba bastante bien. Él sabía que ya había llegado su hora. Era momento de que vaya junto a sus ancestros. 

La familia Medina y el legado de la sangre taurina

Al ingresar a la casa Medina, se observa gran cantidad de trofeos y toros disecados. La sala de los ganadores tiene aproximadamente 150 triunfos. Premios que fueron sumándose tras cada torneo ganado por uno de los “muchachos” del establo de la familia taurina.

Medallas y trofeos en casa de la familia Medina
Toros disecados de la familia Medina.

“No recuerdo cuando empezó esta inclinación por cuidar a los toros. A quienes consideramos parte de nuestra familia”, dijo Paolo Medina Salas.

Desde que los hijos del regidor Ezequiel Medina tienen uso de razón, han permanecido junto a los bravos. Los han visto nacer, crecer y decaer. 

Entre todos los miembros de la familia se reparten las tareas para cuidar a los bueyes. Labores que incluyen levantarse a las cinco de la mañana para darles el primer alimento del día, sacarlos a pasear para que refuercen la musculatura y estén preparados para su próximo enfrentamiento. Además, deberán repartirles el agua y hacerles cariñitos de vez en cuando. 

Uno de los hijos de Exequiel nos cuenta que alimentar a los bovinos no es nada rentable. Gastan alrededor de tres mil soles en comprar forraje, concentrados y vitaminas para alimentar a los toros durante un año.

Y no es hasta el cuarto año de edad de los engreídos que empiezan a competir en campeonatos – con el requisito de haber ganado 7 u 8 peleas-  y así, consiguen ganancias en efectivo que van desde los mil soles. 

Cuando un toro se enferma, no logran identificar la afección correcta que aqueja al animal. A pesar de tener tres veterinarios de cabecera, porque no existe un especialista en Arequipa, según nos cuentan. 

La motivación más grande de la familia Medina es continuar con el legado que dejó el abuelo. No olvidan cómo el veterano les inculcó el amor por los bravíos. Y jamás olvidarán la emoción del ‘yayo’ que vivió para presenciar la victoria de Gedas en el 2015.  

“Era como un niño que se emocionaba por un dulce sabor a frutas. Ingenuo y entusiasta” narró Paolo. 

Asimismo, dijeron que les entristece que las personas comenten que en las peleas de toros se maltratan a los animales. Ellos niegan que el hacer pelear a los toros sea un maltrato. Y afirman que los que atribuyen ello, no conocen la realidad detrás de esta costumbre. 

Finalmente, los Medina afirman que continuarán la crianza taurina, pues no es algo que puedan dejar de la noche a la mañana; porque a pesar del triste panorama, ellos sienten una conexión indescriptible cuando están junto a ellos:

“Es como si la sangre nos llamara para ser sus guardianes” finalizó. 

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