Hola, me llamo Alex y hace 21 años nací en un hogar repleto de Testigos de Jehová. Desde que tuve uso de razón me identifiqué como un niño. Lamentablemente, con el tiempo dejé mi identidad, por los prejuicios religiosos externos y por miedo.
En su momento, cuando aún era niñ@, salir a comprar ropa -y vestirme- era una odisea, tanto para mí como para mi familia. Debía ir con vestido a las reuniones religiosas. Según mi abuela y mi tía:” Las cosas de niños son para niños y las de niñas para niñas”. Nunca entendí ese pensamiento. Siempre me pregunto ¿Las prendas definen lo que somos? Lo dudo.
Usualmente discutía con mi tía cuando yo elegía un polo y ella elegía vestidos para mí. El panorama con mi mamá era distinto, mientras la ropa me quedara -y a mí me gustara- ella lo compraba. Claro que luego de “salirme con la mía” me sometía a críticas de familiares, amigos y conocidos de la religión. “¿Por qué la nena viste así?”, “Tengan cuidado o va a crecer marimacho” o “¡Me gustaba más verla con vestidito!”.
Cuando yo tenía 9 años, mi madre falleció. No tenía quién me comprenda. Los comentarios se intensificaron. Eran tantas las veces que se repetían, que un día me sorprendí dejando que me compraran lo que ellos desearan. Así fue como comencé a usar vestidos y zapatos con diseños de flores. Odié esos días, afortunadamente, logré olvidar ciertos momentos.
Sin embargo, algo que no puedo olvidar (aunque aún lo intento) es el texto bíblico de Primera Carta a los Corintios, capítulo 6 versículo 9. Este reza: “Los injustos no heredarán el Reino de Dios. Los adúlteros, los idólatras, los ladrones, los avaros, los borrachos, los estafadores, los afeminados ni los hombres que practiquen la homosexualidad”. La primera vez que escuché ese pasaje bíblico junté mis manos y bajé la mirada ¿Por qué comparar prácticas dañinas como robar o estafar con personas sexualmente diferentes?
Lo sorprendente de ello es que este tipo de enseñanza está en la mismísima biblia, aunque con diferentes traducciones dependiendo de qué religión consultamos. Siendo este un libro universal, es bastante claro cómo aún se normalizan -en base a este- la homofobia, bifobia, lesbofobia y demás rechazos hacia las orientaciones sexuales y la comunidad LGBTIQ+.
No es de extrañar que en el Perú -un país de tercer mundo, conservador, con educación basada en un enfoque religioso- el 62.7 % de la población LGBTIQ+ se haya sentido discriminada. Dicha información fue extraída de Epicentro Trujillo, una organización en favor del desarrollo de las personas diversas y LGBTIQ+.
Para mí, la religión fue como un ancla, no en el buen sentido. Porque me hundía y frenaba. Y esto todavía pasa. A veces dudo entre si ser trans o no; una parte de mí aún desea ello y otra está conforme con lo que soy. Sin embargo, me asusta el qué dirán mis familiares religiosos y la sociedad conservadora. Sé que- incluso hoy- muchas personas citarán la biblia y me compararán con ladrones o adúlteros… Independientemente si soy lesbiana, un hombre trans o una persona no binaria.
Puede parecer cómico o hasta ridículo, pero mientras escribía el párrafo anterior sentí como una parte de mi (perdida hace muchos años) regresaba. Una parte que se perdió cuando las profesoras en el colegio y algunas compañeras me señalaban como “La marimacho”. Cuando me llamaron a dirección solo por decir que no me gustaban los hombres; porque lo dije en clase cuando me lo preguntaron. Esa parte que perdí al escuchar comentarios despectivos -de mis familiares y conocidos- en nombre de la biblia.
El caso es que esto no solo me ocurrió a mí. Hace una semana, mientras almorzaba con mi amigos en un restaurante, conversamos acerca de “cómo nos perdimos por culpa de la religión”. Perdón, me corrijo, “por culpa de los contenidos homofóbicos en la Biblia”.
Para Janeth, de 37 años, la religión la decepcionó:
Cuando mi familia se enteró de que yo era lesbiana, me hicieron leer un capítulo entero de la biblia. Recuerdo que en el colegio una profesora me dijo: “Dios es amor, él te aceptará solo si cambias y alejas esas ideas impuras de tu corazón”. Yo la miré a los ojos y negué. Tenía 15 años, me hacían bullying en el colegio, pero a la que citaron a dirección fue a mí: mas no a mis abusadores. Ese fue el momento en el que me di cuenta que -según ellos- mi lesbianismo y yo eramos el problema y no quienes me intimidaban.
Para Marco, de 25 años, la sociedad religiosa lo lastimó:
En nombre de un Dios justo -luego de un partido de fútbol- tres compañeros me rompieron la nariz por ser “afeminado “ y “maricón”. Recuerdo sus risas, mientras yo le imploraba a ese mismo Dios que me dejaran de golpear. Sobreviví a ello, pero mi fe no ¿Cómo golpeas a alguien por ser gay y luego te jactas de adorar a un Dios de amor?
Las formas en la que la sociedad conservadora lastima a las personas LGBTIQ+ -directa e indirectamente- son distintas. Varían en tipos, intensidad o modo; pero ocurren. Soy una prueba de ello. Los colectivos LGBTIQ+ en el mundo también lo son.
Retomando la pregunta del inicio ¿Cómo sobrevive una persona queer en un ambiente religioso? Responderé con otra pregunta: ¿Lo hace realmente?
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