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La historia detrás de «La Cuarentena»

Elena Cruz es dueña de una tienda de abarrotes en el sector VI de la asociación José Luis Bustamante y Rivero de Cerro Colorado. La declaratoria del estado de emergencia y el aislamiento social obligatorio -en marzo de 2020 a causa de la pandemia de la covid-19- obligó a la mayoría de sus vecinos a pedir fiados productos alimenticios de su bodega. Conforme se extendía la cuarentena, la cuenta de sus clientes aumentaba. Todos perdieron poco a poco sus ingresos, por falta de trabajo. A Elena le preocupaba que no tuvieran cómo pagarle. Esto la motivó a iniciar -junto con otras señoras- la olla común ‘La Cuarentena’, que está por cumplir dos años desde su creación.

Por: Orlando Cáceres Vides y Fredy Aguilar Cari
Elena Cruz vivía en Caylloma. Antes de la pandemia decidió vivir en Arequipa para ayudar a sus hijos en sus estudios universitarios.

La pandemia del coronavirus no solamente afectó la salud de la población; sino también la economía global por las diversas restricciones sociales aplicadas. El Perú fue uno de los primeros países de Sudamérica en aplicar medidas restrictivas para enfrentar la covid-19. Desde marzo del 2020, millones de personas se aislaron  en sus casas. Estas disposiciones afectaron a miles de hogares cuyos integrantes no cuentan con un trabajo estable y -por consiguiente- no pudieron mantener por mucho tiempo a sus familias. 

Este es el caso de Elena y sus vecinos. La necesidad alimentaria fue más evidente en las primeras semanas de la cuarentena. Ella cuenta que en ese entonces sus vecinos (con los que no socializaba mucho, pues la mayoría trabajaba todo el día) acudían a su tienda de abarrotes a pedir fiados algunos productos de primera necesidad. La preocupación de que no le pudieran pagar se adueñó de ella.

Es así, que el 11 de abril de 2020 Elena junto a un grupo de vecinos promueve la creación de la olla común ‘La Cuarentena’. La iniciativa comunitaria empezó atendiendo a 8 familias; pero, poco a poco se extendió a casi 300 en su pico más alto de atención. Al principio, los alimentos salían de ferias itinerantes y de lo que los vecinos podían aportar, pues a diario se servían más de 400 raciones. En aquel entonces, pensaban que el aislamiento social no se extendería por más de 15 días. 

Según Elena, la mayoría de familias que se benefician actualmente de la olla “trabajan en chacras, otros en casa y algunos tienen un pequeño negocio en el terminal pesquero… casi nadie tiene un trabajo estable”. Ahora, la olla común ‘La Cuarentena’ atiende a 35 familias. Preparan 150 raciones todos los días. Los socios se turnan para cocinar dos veces al mes. No cocinan a gas porque está caro, prefieren la leña que recolectan de distintos talleres madereros y de los mercados de la zona.  

La leña la recolectan en algunos mercados. Usan todo tipo de madera para quemar: cajas, parihuelas, troncos, paja. Todo es válido con tal ahorrarse el costo del gas.

La respuesta del estado

La necesidad de las ollas comunes se hizo presente en gran parte del Perú, generalmente en las periferias de las ciudades. Una de las primeras acciones que emprendió el Estado -ante la inseguridad alimentaria en el país- fue la entrega de Canastas Básicas Familiares (CBF). Estas surtían de alimentos de primera necesidad a los hogares afectados por la pandemia. Fueron los municipios los encargados de identificar a las familias más vulnerables y entregarles los productos básicos. 

No obstante, según la Defensoría del Pueblo, hubo indicios de corrupción en la identificación de los beneficiarios, así como la irregularidad en la adquisición de los productos alimenticios y la entrega de los mismos. 

Otra medida adoptada por el Poder Ejecutivo, en abril de 2020, fue la intervención extraordinaria -autorizada por el Decreto Legislativo n.° 1472- de asistencia alimentaria para personas en situación de vulnerabilidad mediante el Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma. La olla común ‘La Cuarentena’ es beneficiaria de esta iniciativa. Recibe periódicamente productos no perecibles del programa. Sin embargo, en el caso de las verduras y otros alimentos de panllevar los socios de ‘La Cuarentena’ gestionaron la construcción de un biohuerto en septiembre del 2021. Antes de ello, coordinaban entre sí para turnarse en la adquisición de estos ingredientes. 

Las municipalidades distritales, los ministerios y el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) tenían la responsabilidad de identificar a los beneficiarios y las zonas para la entrega de los alimentos. En el caso de los municipios, se evidenció que no contaban con registros actualizados de la población en situación de vulnerabilidad de su jurisdicción. 

En el biohuerto de «La Cuarentena» cosechan periódicamente papas, tomates, rocoto, habas, alverjas, entre otros. Elena relató que tratan de variar la siembra para que la tierra no pierda nutrientes y alargue su vida útil.

Reconocidos, pero a qué costo

Las personas atendidas en las ollas comunes, casi siempre, viven en condiciones precarias. Según el Gerente de Desarrollo Social de Yura, Edwin Huaypuna Ccalla, en este sector de la población suelen estar madres abandonadas, niños pertenecientes al INABIF y ancianos. Todos se encuentran en estado vulnerable, debido a la pobre situación que atraviesan.

El 10 de diciembre de 2020, el pleno del Congreso de la República aprobó declarar de interés nacional la asignación de recursos públicos para los comedores populares e iniciativas ciudadanas como las ollas comunes. Sin embargo, a pesar de la importancia de la iniciativa legislativa -que fue aprobada con 118 votos- el Ejecutivo no la promulgó.

Elena nos cuenta que antes de recibir cualquier tipo de apoyo, los platos se servían a 12 soles por familia de cuatro integrantes. Sin embargo, gracias a las donaciones y a las verduras de su biohuerto, pudieron reducir este precio entre los 6 y 8 soles por familia.

En febrero de 2021, se promulgó —por insistencia del Poder Legislativo— la Ley n.° 31126. A través de esta las municipalidades distritales o, en su defecto, las provinciales tenían la obligación de registrar, organizar, administrar y ejecutar iniciativas ciudadanas de apoyo o atención alimentaria, bajo la asistencia técnica del Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social (Midis).

La Jefa de la Oficina de Participación Vecinal de Cerro Colorado, Verónica Cornejo, nos explicó en qué consiste el registro de las ollas comunes. Primero se les solicita un libro de actas que contenga el estatuto o reglamento de funcionamiento, también una lista de los representantes de la junta directiva y los acuerdos que tienen como organización social.

Otro requisito es un padrón detallado de cada familia y sus integrantes. Según estos datos, distribuyen las raciones para el número de beneficiarios. 

Sumado a ello, para el reconocimiento de la olla, se les pide una copia del libro de actas, del padrón de beneficiarios, un croquis del lugar donde se ubica la olla y una solicitud dirigida al alcalde.

“Hemos gastado un promedio de 300 soles para presentar el libro de actas y el padrón para ser reconocidos por la municipalidad”. Elena Cruz relató que la olla común ‘La Cuarentena’ -hasta el momento- no está inscrita ante registros públicos porque se requiere alrededor de mil soles adicionales para el trámite y los socios no cuentan con el presupuesto.

De acuerdo al informe especial n°. 010-2021-DP. ‘Supervisión a municipalidades: asistencia a ollas comunes durante la pandemia’ elaborado por la Defensoría del Pueblo, de los 103 municipios que participaron del informe, a nivel nacional, solo 26 registraron oficialmente sus ollas comunes. Tres municipios distritales en Arequipa forman parte de la lista: Cayma (21 ollas comunes), Yura (22) y Cerro Colorado (98). Todos ellas tienen  2 mil 500, 2 mil 260 y 10 mil beneficiarios, respectivamente. Una de estas ollas registradas es ‘La Cuarentena’.

La urbanización José Luis Bustamante y Rivero (Cerro Colorado) donde se ubica la olla común «La Cuarentena», acaba de inaugurar su servicio de agua potable después de 40 años de fundación.

Retos y problemas de «La Cuarentena»

A pesar del registro llevado a cabo, se presentaron algunos inconvenientes. La jefa de la Oficina de Participación Vecinal de Cerro Colorado, Verónica Cornejo Meza, sostuvo que hay quejas de algunos vecinos con respecto a las raciones de comida que se otorgan. “Había personas que a veces estaban en un sector y en otras ocasiones cambiaban. Por esta última razón, es que se tiene un registro de quiénes han comido en qué sector y en qué día”.

Algunos beneficiarios prefieren integrar ollas comunes de otras asociaciones. Elena Cruz relató que su olla común tiene al menos nueve personas que no viven en el sector VI de la asociación José Luis Bustamante y Rivero, pero forman parte de su padrón como socios. 

Ante estas situaciones, el Midis dispuso la creación de los Comités de Transparencia y Acompañamiento (CTA). La gerenta de Desarrollo Social de Cayma, Vilma Gonzales, explicó que este organismo debe estar integrado por cinco representantes tanto de ollas comunes, dirigentes vecinales y otras organizaciones. Los CTA se encargan de la planificación y distribución de donaciones de los alimentos asignados a los municipios para atender a las ollas comunes.

En ‘La Cuarentena’ la labor de verificación y transparencia en la repartición de los alimentos la realizan la municipalidad de Cerro Colorado y Qali Warma. La licenciada Veronica Cornejo, como representante del municipio, se acerca cada 15 días para la verificación y entrega de los alimentos respectivos.

“No queremos depender del gobierno»

Elena rescata un aspecto positivo de la pandemia. Los integrantes de su olla común recibieron capacitaciones y talleres de emprendimiento en cosmetología y costura. 

Esto ayudó a crear sus propios negocios. A la fecha ya se gestionaron cinco talleres de costura que brindan trabajo a los beneficiarios de ‘La Cuarentena’ y a los vecinos de la asociación José Luis Bustamante y Rivero. 

En uno de los talleres de costura se fabrican prendas de lencería bajo la dirección de Roxana Collado, una vecina del sector. Incluso llegaron a exportar sus productos a Argentina. 

Los socios de ‘La Cuarentena’ tienen un sueño: desean convertir su iniciativa comunitaria en un restaurante turístico campestre, “que tenga el mismo nombre de la olla común”. Este se ubicaría cerca a ‘las Rutas del Sillar’. Elena nos relata que fue a buscar un espacio para tal fin. “La esposa del alcalde se comprometió en apoyarnos”. 

Con esto, ‘La Cuarentena’ quiere poner su grano de arena a la reactivación económica del país.“La olla no se ha creado para que nosotros dependamos del gobierno. Nosotros queremos generar. Queremos emprender”, dijo determinante Elena Cruz. Las ollas comunes tendrán respaldo del gobierno hasta que culmine el estado de emergencia. Ir más allá dependerá de sus integrantes. En «La Cuarentena» ya dieron el primer paso.

Roxana Collado lidera uno de los cinco talleres productivos que se formaron entre los socios de la olla común «La Cuarentena».

ALGUNOS NECESITAN MÁS AYUDA

En la olla común ‘La Cuarentena’ el caso de una ancianita resalta más “Una abuelita de más de 78 años y otra que vive cerca, tienen muchas dolencias y necesitan para sus pastillas…Una vez pedimos ayuda mediante un medio de comunicación y se logró conseguir apoyo” relató Elena.

Colaboración

Si deseas colaborar con la olla común ‘La Cuarentena’, puedes llamar a Elena Cruz, a su número +51 928 518 976.

Para contactar y ayudar a las ollas comunes del distrito de Yura, puedes llamar al gerente de Desarrollo Social, Edwin Huaypuna Ccalla, a su número +51 982 641 455.

En Cayma, puedes llamar (054) 382350 y preguntar por la gerenta de Desarrollo Social, Vilma Gonzales Gonzales. 

En Cerro Colorado, puedes llamar (054) 382590 y preguntar por la jefa de la oficina de Participación Vecinal, Verónica Cornejo Meza.

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