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Encontró su pasión en la biblioteca tras ser despedido

Hoy se celebra el Día del Bibliotecario Peruano; y a pesar que Luis Chávez no se considera un bibliotecario de profesión, sí lo es de corazón. Esta crónica es sobre él.

Luis Alberto Chávez Ruelas hace pocos meses cumplió 18 años como trabajador de la Biblioteca Municipal de Arequipa. No se formó para esto, al principio ni le agradó, pues estudió diseño gráfico cuando era joven. Ahora asegura que si de él dependiera se jubilaría allí, puesto que si hay algo que le apasiona es curiosear los escritos de cada libro que lo rodea.

El inicio de su viaje por los libros

Luis Alberto nació en Uchumayo y actualmente tiene 49 años. Antes del 2004, trabajó en la policía municipal. Ese mismo año, lo derivaron a la Biblioteca Municipal. “No fue fácil ese cambio, cuando llegué aquí me chocó al inicio. Me tuve que adecuar. Para ese tiempo yo sabía empastar, encuadernar. Yo estudié diseño gráfico, era dibujante. Eso fue hace más de 20 años”, nos cuenta Luis.

Cuando era joven, él solía diseñar los logos de los productos de varias empresas. Sin embargo, las compañías empezaron a renovarse y utilizar la tecnología. Es así que su profesión fue quedando obsoleta. Él y otros compañeros se quedaron sin trabajo. En ese entonces, tenía 19 años. Esa fue la última vez que Luis ejerció su carrera.

Fachada de la Biblioteca Municipal de Arequipa. Foto: Angie Delgado

Mucho tiempo después llegó a la biblioteca, donde sus primeras labores fueron atender y orientar al público para ubicar los libros. Entre jornada y jornada nació su afición por la lectura. “Me gustaron mucho los libros, poco a poco empecé a revisar su contenido. Por eso sé dónde está cada libro y qué contenidos tienen sin que necesariamente lo indique su título”.

“Con los años uno se acostumbra y le agarra el gusto a la lectura. Es bonito trabajar en la biblioteca. Es algo impresionante. Descubrí cosas que yo no sabía, por ejemplo, que en 1900 pusieron una cruz en el Misti. Y también conocer sobre algunos mitos”, nos relata Luis con una sonrisa dibujada en el rostro.

La práctica hace al maestro…

Para agarrar el truco a su oficio, Luis Chávez y sus compañeros fueron capacitados por la municipalidad con cursos gratuitos. Sin embargo, su hambre de conocimiento no se sacia, por lo que continúa con su autoeducación con dinero de su bolsillo.

Por otro lado, una de las cosas que sugiere es que los diarios antiguos -que actualmente están parados en los estantes- se coloquen echados. De esa manera -explica-, los ejemplares se conservarán mejor, ya no se doblarán o abrirán.

Libros del estante enumerados. Foto: Jiori García

Su habilidad de empastar también le sirve mucho en este oficio. A diario intenta arreglar los casi 60 mil libros que alberga la Biblioteca Municipal. “Es una tarea ardua”. No es parte de la función para la que fue contratado, pero su satisfacción es que “la biblioteca marche bien”

“Un libro hoy puede estar bien y mañana dañado. Es un vaivén con los libros. Hay personas que los cuidan y otros que no. Hay lectores que conservan el libro, saben manipularlo; y hay otros que no. Son pocos (lectores que no cuidan), ojalá sean menos cada día”, acota Luis. 

Los cambios que vio en 18 años

Nada es igual con el tiempo y eso Luis lo sabe. Mientras aprendía más sobre Arequipa en los libros recostados sobre los estantes; también veía como la frecuencia de público disminuía. Comenta -con mucha nostalgia- que hasta antes del 2015 llegaban hasta 400 personas al día. Actualmente, solo acuden un promedio de 50 a 100 personas. 

Luis señala a una culpable: la internet. “Cuando empezó internet dejaron de venir. La digitalización -de los libros, diarios, revistas y demás- está alejando al lector de las bibliotecas. Imaginen si digitalizamos todos los diarios y los libros (de la Biblioteca Municipal), tendríamos cero visitas”, reflexiona.

Sala de estudio de la Biblioteca Municipal de Arequipa. Foto: Angie Delgado

Al respecto, propone que solo los ejemplares severamente dañados se digitalicen para que sean visibles por el público en general. Luis es consciente que la digitalización ayuda a preservar muchos escritos y documentos, pero también es importante que las bibliotecas estén concurridas. Si esto no cambia, asegura que las bibliotecas cerrarán; y con ellas se irá todo el personal que trabaja ahí actualmente.

La labor -y esperanzas-, tanto de Luis como de sus compañeros -quienes tienen más tiempo allí-, aún persiste al pasar. Ellos vieron cómo las personas que iban a estudiar durante horas en uno de esos viejos pupitres de madera se convirtieron en profesionales. Esa es la satisfacción que ellos obtienen cada que llegan a la biblioteca. A cambio solo piden más apoyo y refacciones para su centro de trabajo; para que la historias y los personajes -que hacen única a la biblioteca- perduren a través de los siglos.

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