
Hasta este año no solía ser de las personas que acuden regularmente a conciertos. Varios factores influían en esa decisión, como ser una persona que prefiere pasar tiempo en casa, o — como dicen en Arequipa— friolenta y que gusta de lugares cerrados y no espacios abiertos como estadios o centros de diversión al aire libre, o la falta de amigos que se animen a ir con uno a disfrutar de la música de un artista en vivo.
Pero eso cambió en estos últimos meses del 2025. Primero fue el concierto de Paulo Londra, un cantante urbano argentino de quien solo conocía dos o tres temas, entre ellos Adán y Eva, uno de sus hits. Junto a mi primo, nos animamos uno al otro a última hora y fuimos. La experiencia fue única. Si hay algo que gusta a todas las personas es la música. Puede gustarte un género u otro, ser fan de una banda o artista y aborrecer de algunos géneros musicales, pero todos tenemos gustos musicales de nuestra preferencia.

Además, reconfirmé algo a nivel personal. La música que me gusta, a la par que transmite alegría y diversión, también guarda en sus letras algo que nos identifica, nos interpela porque sentimos que alguien vivió lo que nosotros pasamos en algún momento y nos dice que no estamos solos. Una de esas canciones de —de Londra— fue Homerun. Nunca antes la había escuchado. Dura 2 minutos con 31 segundos y la letra es simplemente espectacular. Habla de la importancia de los amigos y la familia para apoyar a uno cuando sufre una derrota o un fracaso, y cómo este apoyo es fundamental para seguir luchando en la vida a pesar de las caídas, de los llantos, pero también reconocer que ellos —papá, mamá y los amigos— estarán en los momentos buenos de la vida en los que hay risas y ratos encantadores.
El segundo concierto al que fui este año ocurrió hace poco. Fue el de la banda argentina Airbag. Este grupo conformado por 3 hermanos — Guido, Patricio y Gastón Sardelli— surgió a fines de la década del 90. Conocía algunos de sus clásicos temas como Amor de Verano, Por mil noches o Solo aquí.

La locura inició días antes de su llegada. Entre fans y revendedores, los alrededores del Jardín de la Cerveza en Cerro Juli empezó a poblarse de gente que hacía cola para poder estar en un buen lugar y disfrutar del rock argentino de estos genios, que hoy son considerados una de las principales bandas del medio en el mundo.
Fui el mismo día del concierto temprano, a las 10 de la mañana. Mientras avanzaba en medio de vendedores de polos, llaveros, gorras, y demás sentí la buena vibra de la gente que uno no conoce, pero con la que tiene algo en común: el gusto musical por una banda. Las horas pasaron relativamente rápido y ya a las 2 o 3 de la tarde el tráfico dijo presente. Las pistas vacías ahora estaban repletas de vehículos y luego empezó a anochecer. Fue tanta la emoción que yo —que suelo comer a mis horas exactas— me olvide de almorzar. Solo escuchaba en mi celular algunas otras canciones nuevas que eran igual o mejores que las que ya conocía.
Los detalles en la vida siempre son vitales. Marcan la diferencia en todo aspecto: en el trabajo, con la pareja, con los amigos, con la familia, en fin, en todo. Y Airbag lo supo desde el inicio. La salida al escenario fue con un video animado y luces y juegos artificiales. No fue una entrada cualquiera. Fue una entrada imponente que te dice: “Ey, ya llegamos, Arequipa. Y la vamos a pasar de p… m…”. Eso sentí yo creo que todos los que allí estuvimos.
Ya el resto fue pura magia. Canciones dedicadas no solo a los amores que uno perdió, aquellas que como Nunca lo olvides, te dicen o, mejor dicho —te recuerdan— que no todo lo que uno hace por el otro u otra nunca, pero nunca es en vano. O Cuchillos guantanamera, una canción que simboliza las luchas internas que uno tiene con sus miedos, sus temores y sus ansiedades. Sí, esas luchas que alguna vez pasamos y que no nos atrevimos a contar a nadie.

O Vivamos el momento, una canción que- como su nombre dice- te invita a no dejar pasar la vida y disfrutar al máximo, cada instante, cada lugar y cada situación, y mejor aún hacerlo con la persona que amas o deseas.
La conexión del grupo con los problemas sociales también estuvo presente esa noche. Lo hicieron con la canción Cae el sol, un tema inspirado en la preocupación que tuvo uno de los hermanos Sardelli por la trata de personas, una realidad presente en varios lugares de Latinoamérica. El concierto cerró con Solo aquí, un tema que recuerda la soledad que se vive cuando la persona que amabas se va y te quedas solo con ganas de olvidar todo lo vivido con ella o él.

Hubo un tema que no tocaron: Amor de verano. Una de las razones por las que ya no tocan este tema en sus conciertos, según varios comentarios que encontré en internet, fue porque el grupo quería dejar de ser identificado con una etiqueta juvenil y ser asociado más a un sonido rockero. Sea como fuere, este tema lo escuche cuando acababa el ‘cole’ y siempre, siempre me hace acordar a mi primer amor, ese amor de cole que a uno lo marca para toda la vida. Pero esa es otra historia, que algún día conocerán.
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Sobre el autor:
Gustavo Callapiña Diaz (1996) Arequipeño. 28 años. Nací el último día del año 1996. Estudié Periodismo en la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la UNSA. Comencé a laborar como redactor de política y sociales en el Diario Sin Fronteras (2019). Trabaje en el Diario El Pueblo (2019-2021) y fui corresponsal para el medio digital OjoPúblico en la región Arequipa. Realicé prensa institucional en el Gobierno Regional de Arequipa (2022), y actualmente me desempeño como gestor de comunicación en la Universidad Nacional de San Agustín y soy jefe de prácticas en el programa de Periodismo de la misma universidad.